A primera vista, podrían parecer simples intermediarios, facilitando el acceso a eventos agotados para aquellos que desesperadamente desean asistir. Sin embargo, su modus operandi va más allá de la mera transacción. Se sumergen en un laberinto de tácticas cuestionables para obtener entradas codiciadas y revenderlas a precios exagerados.
Causando controversia que rodea sus prácticas, acusadas de distorsionar el mercado y privar a los verdaderos fanáticos de la oportunidad de asistir a eventos a precios razonables. A pesar de las críticas, la reventa de boletos persiste, alimentada por la demanda de experiencias en vivo y la fascinación por lo exclusivo.
El mundo de los revendedores de boletos de conciertos es una danza sutil entre la oferta y la demanda.
